“Frigorífico La Flor de Morón” tuvo sus inicios en la década del ’50 cuando Don Santiago Laguzzi y Don Yolando Boiola, dos inmigrantes italianos, decidieron emprender una pequeña fábrica.
El primer paso fue alquilar una vieja esquina de San Martín y Bartolomé Mitre, pleno centro de Morón, para comenzar con la fabricación de salames artesanales de la mano de una vieja picadora de carne, una embutidora a pistón, una amasadora y algunas mesas que fueron el capital inicial para comenzar a insertarse en el gusto del público. Una pequeña producción de salamines y longanizas fueron el puntapié inicial de este establecimiento que poco a poco fue creciendo.
En 1968, ya fallecido Don Boiola, su yerno Agustín Echeverría y su socio Don Laguzzi deciden la compra de un predio en la calle La Roche 1040 y la construcción de una pequeña fábrica con unos 300 metros cuadrados cubiertos. La producción se limitaba a los mismos productos pero los kilos iban creciendo a medida que el consumidor los adoptaba como una alternativa.
A mediados de la década del ’80 se incorpora la tercera generación simultáneamente con la salida de Don Laguzzi. De esta manera, la firma pasa a ser Clara Boiola y Agustín Echeverría (hija y yerno de Don Yolando Boiola), quienes a su vez, incorporan en la conducción a sus hijos Mariano y Ezequiel Echeverría.
Al ver que ya no se podía limitar la fabricación a salames y salamines, se decide la incorporación de maquinarias muy elementales para la elaboración de jamones y paletas cocidas.
A partir de la década del ‘90, Mariano comienza a viajar y a investigar tecnologías de última generación y a estudiar hacia dónde se estaba dirigiendo el gusto mundial para estar siempre un paso adelante. Simultáneamente se amplía el espacio del establecimiento, llegando a principios del 2000 a los 800 metros cuadrados.
Nuestra relación personalizada con nuestros clientes nos permite mejorar día a día y solucionar cualquier inconveniente sin los intermediarios ni las burocracias de las grandes empresas del rubro. El espíritu de una empresa familiar es nuestra fortaleza. Para nosotros la palabra vale. Y estamos orgullosos de ello. Sabemos de dónde venimos y también hacia dónde vamos.
Paralelamente se fueron probando sabores, texturas y gustos del público como para conseguir un producto noble a un precio mucho más accesible que una primera marca del mercado. Para ello, entre 2005 y 2014 se fueron incorporando paulatinamente maquinarias de última generación importadas de Austria y Alemania (países líderes en este rubro) y poco a poco las viejas instalaciones se fueron actualizando para optimizar la seguridad del personal, la higiene del producto, la mínima manipulación de los mismos y desarrollar una política de producción limpia y sustentabilidad del medio ambiente.